¿Por qué no puedo dejar de pensar en algo que dije en Mayo?
Como cada año, y ya son diez, el pasado Mayo fui a visitar a mis amigos Massimo y Rossella (signorina Rossella, signorina Rossella!) a l'Aquila, donde viven ahora. Durante esta estancia, hicimos planes para ir a hacer esquí de fondo en Enero o Febrero y para alquilar una casa en España en Julio.
Sergio se iba a la cama la noche anterior a mi regreso a España. Salió con su madre de la cocina, mientras Massimo y yo apurábamos la taza de café nocturno. Al poco tiempo, volvieron los dos a dar la buenas noches y Rossella nos dijo que Sergio estaba un poco triste porque yo me tenía que ir. Le preguntaba a su madre si no podía perder el avión y así quedarme en casa.
Le pedí que se acercara y le dije que no debía preocuparse, que pronto nos volveríamos a ver porque seguro que nos veríamos en la nieve. Y con esta medio promesa se fue a acostar.
Sergio en casa es un niño muy dulce y tranquilo, hasta ahora al menos. En la calle, con sus compañeros de colegio enloquece como cualquier otro crío. Es sorprendente que se haya hecho leer todo Harry Potter desde los seis años (creo que va para ocho el año que viene).
El caso es que me fastidia pensar que voy a tener que faltar a mi palabra. Si no encuentro trabajo en poco tiempo, no va a ser cuestión de irse a despilfarrar el dinero por ahí. Si, en cambio, encuentro trabajo, seguramente las condiciones no serán tan flexibles como en mi anterior empleo y no podré hacer las divisiones necesarias para tomarme una semana de vacaciones en Enero o Febrero. Además, estaré comenzando en mi nuevo empleo y, logicamente, será difícil convencer a mis nuevos patronos de este capricho.
¿Por qué me sabe tan mal pensar tan siquiera en la posibilidad de no llegar a cumplir esta promesa?
Y si no la llego a cumplir, ¿alguien tiene tiritas para el corazón?
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