domingo, 25 de mayo de 2008

Internet, trabajo sucio

Desde que llegué a "la Unidad" casi no recuerdo mi nombre. Hoy era Gladis, hace tres meses fuí Alice. Antes Andrea, Sheryl, ... Y mañana no se quien seré.

Por el momento podré salir adelante con los 30.000 del último contacto.

¡Contacto! Sutil eufemismo para lo que acaba siendo un asesinato. Contacto es la palabra clave que utiliza "la Unidad" para ocultar las acciones de eliminación de pederastas, viciosos y demás prole que corre por Internet.

"La Unidad". Otra clave para denominar a un puñado de pistoleros a sueldo pagados por el FBI. La Unidad se había formado hace tres años. La opinión pública estaba harta de casos como el de Vicky Olsen, violada y asesinada por un pederasta que la había obligado a mantener relaciones con él tras haber contactado con ella en un chat de Internet. El asesino resultó ser su profesor. El escándalo llevó a la ruina a varios políticos y los que les sustituyeron quisieron asegurarse de que eso no volviera a suceder. Se elaboró un plan que prometía al electorado mano dura con los desviados, pero que en realidad iba aún más allá. Se creó "la Unidad", un cuerpo especializado en delitos sexuales, corrupción de menores, pornografía, acoso y todo lo que tuviera un cariz de comportamiento desviado con soporte en la red. Se suponía que el cuerpo debería velar por la seguridad en Internet, pero realmente se creó un aparato de censura, represión, selección y exterminio al estilo de las SS. Sus métodos son retorcidos y expeditivos. Sus mandos son seleccionados directamente por una clase política conservadora, religiosa y mojigata, y, a su vez, hipócrita y farisea.

Yo trabajo en este infierno desde hace año y medio.

Aún recuerdo la mañana en que firme el contrato con la Unidad. Tenía una resaca de mil demonios y sentía el palpitar de mis sienes como si las venas fueran a reventar en cualquier momento. No se que me habían dado ni que habían hecho conmigo, pero no tenía voluntad para seguir soportando la machacona voz del que ahora es mi jefe.

- Si no firmas ahora, te enfrentas a una condena de diez o quince años. ¿Que harás dentro de diez o quince años ,Tom? Ya serás viejo para trabajar en tu empresa y estarás desconectado de la tecnología. ¿Quien querrá a un tipo así?

Vomite...

- Por otro lado, si firmas, no quedará nada en tu ficha. La quemaremos. Desaparecerá. Y trabajarás en lo que te gusta, sólo que para nosotros...

Intenté enfocar la borrosa figura de Bill. El esfuerzo me hizo vomitar otra vez. Bill se movía de aqúi para allá, chapoteando en el vómito y sin dejar de mirarme, de fumar y de hablar ...

-...incluso podrías llegar a ser famoso. El hacker más famoso de Estados Unidos. ¡Que digo!, ¡Del mundo!...

Por favor cállate, pensaba, pero de mi boca sólo salían babas ...

- ...y te querrán, porque la gente quiere a los representantes de la ley que hacen que sus hijos estén seguros. ¡Figúrate! Por fin los padres podrán dejar a sus bastardos frente al ordenador sin temor a que nadie abuse de ellos mientras ellos intentan hacer lo mismo con los hijos del vecino...

Y firmé. Con tal de que se callara, firmé. No hubiera hecho falta la charla, ni las drogas, ni el maltrato ... La jodí yo mismo, lo sabía, y no soy lo que se dice un héroe.

Meses atrás me aposté una cena con un colega a que era capaz de entrar en la red del Senado. No era una tarea sencila. Tras el 11-S el Gobierno había redoblado las medidas de seguridad en los accesos a la red, aunque no todos los nodos habían sido reemplazados. Encontrarlos era lo más complicado. Una vez encontrado uno, saltarse los sistemas de seguridad habituales era "sencillo" para alguien que creía ser un hacker... y que resulto ser un gilipollas: fui dejando tantos rastros que el FBI me cogió como el que coge una galleta de un tarro.

El resto es historia. Unas cuantas pastillas, unos bofetones, la voz ronca del cabrón de mi jefe y ahora vivo esta vida de mierda. Soy pescador de lo que llaman Desviados: buceo en Internet en busca de mis presas, les cebo con lo que ellos quieren y, cuando pican, llamo a mi jefe, Bill, y esos pobres acaban como Karter, perdiendo el seso por Gladis. ¡Nunca mejor dicho! Seguro que los sesos de Karter están ahora adornando la pared del baño de The Black Rose.

- ¡A tu salud Karter!

Apuro mi güisqui, pongo unos dólares en la barra, cojo el maletín con los 30.000, salgo del bar sin saludar y me voy a quemarme las pestañas al ordenador de casa.

¿Que nombre será más apropiado esta vez? ¿Marilyn? No. Respeto mucho a la difunta Norma Jeane como para utilizar su nombre.

Me voy a casa caminando por una calle mojada. Nombres de mujer se agolpan en mi mente y los voy descartando uno a uno. Avanzo dando tumbos: muchos güisquies sin que llegara a mi estómago el filete a la pimienta (poco hecho) más famoso de la ciudad.

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