Historias de un ascensor

Mi padre se marchó de este mundo sin ver el ascensor puesto en su comunidad de vecinos. Y no por falta de ganas, que bien que removió Roma con Santiago para intentar ponerlo.

Fallecido mi padre, algún vecino cansado de subir escaleras tomo el testigo que mi progenitor dejó y, no sin trabajo, hoy mi madre disfruta del ascensor en su casa.

Digo no sin trabajo porque el vecino que se movió para poner el ascensor tuvo que enfrentarse a negativas rotundas, razonadas en juntas de vecinos con argumentos del tipo "por mis cojones que no se pone el ascensor". Los enfados, rencillas, dimes y diretes al cabo del día.

Aún así, se consiguió que 14 de los 24 propietarios (20 pisos y 4 locales) votaran a favor del ascensor. Los otros 6 vecinos se negaron y a los locales no se les consultó inicialmente. Creo que esto es la primera cosa mal hecha, a menos que los estatutos de la comunidad lo contemplen así. Lo de "inicialmente" lo pongo porque uno de los locales se vió afectado, como explicaré luego.
Llegados a un acuerdo, se piden presupuestos sobre el único proyecto posible: colocar el ascensor en el patio de luces, cuyo usufructo está cedido en el registro de la propiedad a uno de los locales, teniendo este acceso al patio.

La segunda cosa mal hecha es el acuerdo en si, ya que sólo los 14 vecinos se hacen cargo de las derramas de la instalación del ascensor, se deben hacer cargo de los gastos mensuales que cause el ascensor, se instala este con acceso restringido por llave y, además, de los 14 vecinos hay uno que es propietario de 2 pisos y se le deja pagar por uno de ellos solamente.

En consecuencia, se convoca una reunión de vecinos para votar el presupuesto y poder iniciar las obras. En la reunión, se informa que el presidente de la comunidad ha hablado con el dueño del local y este ha dado su consentimiento para la instalación del ascensor en el patio de luces. Creo recordar que incluso se habló de compensar de alguna manera al dueño del local por el favor que hacía a la comunidad.

Tercera cosa mal hecha: el consentimiento del propietario del local con derecho de usufructo sólo era verbal.

Se inician las obras del ascensor y comienzan las dificultades técnicas, ya que la caja del mismo se tiene que hacer en un sitio donde hay una tubería de desagüe y hay que hacer las modificaciones pertinentes, con el consecuente incremento en el coste de instalación.

También se inician las dificultades de convivencia, porque el dueño del local colindante al ya mencinado se niega a facilitar el paso de los obreros para arreglar el problema de salida de aguas. Casi hay que ir con la policía para que deje el paso libre a los obreros. No voy a mencionar que este propietario es un moroso empedernido y que ha hecho de un local comercial su vivienda habitual y que la comunidad, para no meterse e líos, no lo ha denunciado.

Se están terminando las obras o se han terminado, y la comunidad se enfrenta al siguiente problema: el propietario con derecho de usufructo del patio ha presentado una denuncia contra la comunidad ya que la instalación de la caja del ascensor y de la caseta de máquinas ocupan casi la mitad del patio, además de haberse abierto una puerta que comunioca el portal con el patio para poder tener acceso a la sala de máquinas. Por otro lado, justifica la denuncia aduciendo que no se le ha comunicado el acuerdo de la junta de vecinos y que no ha podido ejercer su derecho de oposición, lo que es cierto porque no se tiene costumbre de enviar las actas de reuniones a los vecinos.

La cuarta cosa mal hecha es no intentar llegar a un acuerdo con el propietario e intentar ganar un juicio que desde el inicio está perdido. El vecino del local reclamaba entre 6.000 y 9.000 euros por el perjuicio causado. La comunidad, creyendose en posesión de la razón, ya que tenía su consentimiento verbal, se niega a pagar y decide pleitear. Para ello, contrata los servicios de un abogado que, luego se ve, no tiene experiencia. Esta la quinta cosa mal hecha.

El abogado plantea su estrategia en que la comunidad siempre avisa de las reuniones a través del tablón de anuncios y que los locales así lo saben, siendo por tanto la responsabilidad de los propietarios de los mismos no estar presentes en las reuniones y, consecuentemente, dar con su ausencia el voto afirmativo a lo que en la reunión se plantee. Su argumento también contempla que se desconoce el domicilio del propietario del local, por lo que era imposible comunicarle por escrito lo acordado.

La inexperiencia del abogado se manifiesta en dos cosas:

1. No recomienda llegar a un acuerdo aún cuando en el registro de la propiedad se puede obtener copia simple en el que se expresa claramente que el local tiene acceso al patio de luces a través de una puerta y que tiene el uso y disfrute del mismo, si bien la propiedad del mismo es de la comunidad de vecinos.
2. No prepara los testimonios de los testigos que presenta, porque a la primera pregunta del juez, el testigo de la comunidad responde que en ocasiones anteriores, y siempre que la importancia del asunto así lo requería, se le ha comunicado al propietario del local lo acordado en la junta yendo al puesto que tiene en el mercado de abastos para hablar con él.

Obviamente, el juez falla a favor del demandante y la comunidad tiene que pagar la indemnización por invasión del patio, las costas, al abogado del demandante y al inexperto abogado.

Pasados ya casi dos años, el propietario de los dos pisos al que se le permitio pagar sólo por uno fallece. Sus herederos se hacen cargo de los pisos y alquilan uno de ellos, aquel por el que se pago la instalación y el derecho de uso del ascensor. Los inquilinos, inmigrantes, no quieren el ascensor porque les supone un incremento en el precio del alquiler y además es un primer piso, justo debajo del de mi madre.

Hoy nos hemos enterado que el propietario del piso de debajo de mi madre ha alquilado la llave del ascensor a otro propietario del primer piso de la comunidad.

No quiero contaros el cabreo que tienen los otros 13 vecinos con derecho a ascensor.