jueves, 8 de febrero de 2007

Sofies Verden - Sophie's world - El mundo de sofia

Este es el libro con el que me estoy entreteniendo en mis pocos ratos libres. No voy a hacer más comentarios sobre mis ratos libres.

Lo que veis en la imagen es el cartel de la película que los noruegos han decidido hacer, aprovechando el tirón del libro, supongo.

Voy muy despacio con el libro porque fue uno de mis regalos de Escocia y está en inglés. Os lo recomiendo para mantener vuestro inglés porque es una historia fácil de seguir con un vocabulario no demasiado complejo.

Imagino que sabéis de que va. Una chavalita de 15 años que empieza a recibir cartas de un extraño profesor. Estas cartas le van introduciendo poco a poco a la filosofía, contándole la evolución del pensamiento a lo largo del tiempo, y presentando a Sofía a sus principales protagonistas. Yo, que voy a mitad de libro, ya he repasado desde Sócrates a Descartes.

Pues bien, en estas estamos cuando veo el blog de Isidro una referencia al Día de la Marmota, y es aquí cuando se me cruzan los cables y comienzo a pensar:

Desde Sócrates hasta el siglo quinto en el que los celtas empiezan a atribuir poderes sobrenaturales a los animales en ciertos días del año, pasan unos mil años de evolución del pensamiento. Florecen escuelas y seres ensimismados que intentan desvelar los misterios del "quienes somos" y "adonde vamos". La fuerza del raciocinio hace evolucionar la medicina, la matemática y, en general, la ciencia.

Y mientras el pensamiento humano evoluciona sin freno, veo un pastor que en la mañana fría de invierno se dirige hacia el inicio de un bosque. Cuando camina, se frota las manos y se ajusta la pelliza. De cuando en cuando mira la cielo, con aire preocupado. Sus entumecidas piernas hacen que su paso sea torpe, pero su voluntad le conduce con decisión. Llegado al bosque, se para y observa a su alrededor, buscando algo con sus agudos ojos. Por fin localiza un pequeño agujero en una elevación del terreno. Y entonces, busca un tronco caído entre los matorrales, se sienta y espera, igual que hizo ayer y el día antes de ayer y el anterior a este, con sus dos manos sujetando el cayado y la barbilla apoyada en sus brazos.

Aún es temprano y la espera y el silencio del bosque arrastran al pastor hacia el sopor. Pero no desespera, y lucha contra el sueño. Se frota la cara con sus manos ahogando un bostezo. Mientras, la bruma matinal se va despejando y el sol casi llega iluminar la entrada del pequeño túnel. Comienza a despertar el mundo y se empiezan a oir los trinos de los pajarillos. El color empieza a llegar allí donde hasta ahora sólo había sombras. El pastor se acurruca aún más entre los matorrales, tratando de no ser visto.

Y entonces sucede lo que estaba esperando: del agujerillo empieza a asomar el hocico de una marmota. Al verlo, la espalda del pastor se curva como un arco, sus ojos se agudizan aún más y todo su cuerpo se inclina hacia delante con el objeto de no perder ni un sólo detalle. Su cara se contrae en un rictus de ansiedad y espera la reacción de la marmota.

El animalillo olisquea el aire de la mañana, con movimientos nerviosos de su naricilla. Poco a poco, va saliendo al exterior. Con precaución mira aquí y allá, arriba y abajo, y va avanzando cada vez un poco más. De repente, mira hacia abajo, ve su sombra y con un respingo se aparta y desaparece de nuevo en el interior del agujero.

El pastor, que lo ha visto todo sin pestañear, cierra los ojos y baja la cabeza angustiado. Pensativo, se alza el hombrecillo, mira al cielo, frunce el ceño por el cegador sol, se estira y, girándose, desanda el camino que hasta allí le condujo. Retorna caminando cabizbajo. Ahora sabe que el invierno durará otras seis semanas. Seis semanas más de hambre y frío. La marmota le ha predicho que el fin de sus penas ha de esperar.

Poco después, el pastor ha llegado a su casa. Posa el haz de leña que ha ido recogiendo por le camino y desaprece en el interior para salir al poco rato con su zurrón, donde mete, apresurado, un exiguo trozo de queso y un poco de pan. Se apresura hacia el redil, lo abre y azuza al ganado que se arremolina hacia la salida. Mira por última vez al sol y se encamina hacia las montañas vecinas vocenado a sus animales.

¡No sabe el pastor lo que ha contribuido al conocimiento de la humanidad!

No hay comentarios: